MADURA Y JOVENCITO
MADURA Y JOVENCITO
Todo empezó una tarde en un chat en el que publiqué algunos
de mis relatos más picantes.
De repente empezaron a entrarme mensajes de chicos de todas
partes, y lo que más me sorprendió, es que había muchísimos chicos muy
jovencitos.
A mí siempre me han gustado los hombres más mayores que yo,
por algún motivo, desde niña prefería estar con adultos a estar con chicos de
mi edad, y no solo me pasaba a mí, había más chicas que se sentían como yo
atraídas por hombres maduros,aun hoy a mis cuarenta y tantos, siguen gustándome los hombres más mayores que yo, pero yo ignoraba que esto también sucedía a la
inversa hasta esa tarde.
Comencé a hablar con algunos, pero era imposible mantener la
conversación con tantos.
De pronto entró en mi móvil una notificación por otra
aplicación diferente a las normales.
Era un chico que había visto mis relatos, y decidió
contactarme a través de otro medio, ya que por el chat no lograba hablar
conmigo.
Marcos, de Madrid, estudiante de telecomunicaciones, y de
tan solo 23 años, atraído por mis relatos, me saludó amablemente y sin darnos
cuenta iniciamos una conversación de más de una hora.
Las conversaciones empezaron a hacerse cada vez más
frecuentes, empezamos a intercambiar fotografías y los diálogos cada vez eran
más calientes y excitantes.
Pasado un mes aproximadamente, seguíamos en contacto, y cada
vez de forma más frecuente.
Nos separaban 400 kilómetros, pero empezamos a plantearnos
la opción de vernos, pues nuestro deseo era cada vez más intenso.
Le invité a pasar un fin de semana en mi casa, y el aceptó.
Llegó en tren y fui a recogerle a la estación. Confieso que mientras le esperaba estaba
mucho más nerviosa que en cualquier otra cita anterior. Marcos era de la edad
de mi hijo. Dios mío!!, Qué estaba haciendo?, por un momento estuve a punto de
marcharme, pero luego pensé en él, y lo mal que se sentiría si le dejaba
plantado a tantos kilómetros de su casa, y no pude más que quedarme, ya no
había vuelta atrás.
No tiene por qué pasar nada entre vosotros, me repetía a mí
misma para calmar mi conciencia, que por alguna razón me machacaba diciendo que
aquello no estaba bien.
Es extraño, porque cuando yo, con 16 años mantenía
relaciones con hombres que me doblaban la edad o incluso más, no tenía esa
sensación de estar haciendo algo malo. Supongo que era la voz de la madurez,
que a veces nos impide realizar este tipo de fantasías.
Allí estaba Marcos. Era un chico muy guapo, con un buen
cuerpo de gimnasio. Seguro que podía tener a cualquier chica de su edad, pero
estaba aquí conmigo. Me confesó que estaba muy nervioso también, que nunca
había hecho nada parecido.
Salimos de la estación y nos montamos en mi coche. Era
tarde, así que fuimos a cenar algo a un restaurante antes de ir a mi casa para
romper un poco el hielo.
El trayecto en el coche fue inquietante, no me sentía
incómoda, pero una sensación muy extraña invadía mi cuerpo.
Durante la cena, nos fuimos relajando, empezamos a hablar de
nosotros, a reírnos y a disfrutar.
Terminamos de cenar, y por fin, el momento que más temíamos
y deseábamos a la vez, la hora de ir a casa.
Entramos, llevamos sus cosas al dormitorio y le pregunté que
si quería tomar algo invitándole a que me esperara en el sofá del salón,
mientras me ponía un poco más cómoda.
Él asintió, y le llevé una botella de champagne que
previamente había puesto a refrescar para la ocasión. Saqué un par de copas y
le dije que abriera la botella y sirviera una copa para cada uno, que yo volvía
enseguida.
Era junio y ya hacía calor, así que me puse un fino camisón
transparente de gasa negra, con un tanga a juego.
En nuestras conversaciones, él ya me había manifestado su
gusto por la lencería negra, en especial los tangas.
Me acerqué y me incliné para coger mi copa, dejando ver mis
pechos por encima del escote.
Mi mirada fue derecha a sus genitales que se advertían
completamente hinchados bajo su pantalón.
Me senté a su lado, brindamos, dimos un sorbo a nuestras
copas, las dejamos sobre la mesa, y en un impulso desenfrenado, se lanzó encima
de mí.
Empezamos a besarnos como locos. Le desabroché la camisa y
empecé a acariciar ese torso bien moldeado, esos abdominales, hummmm, cada vez
estaba más húmeda y le deseaba más.
Él bajó los tirantes de mi camisón y empezó a besarme por el cuello,
bajando hasta mis pezones que estaban duros y puntiagudos.
En unos minutos estábamos los dos completamente desnudos en el salón.
Le
cogí de la mano, y le llevé hasta el dormitorio. Le tumbé en la cama. Estaba
claro que la que dominaba la situación era yo. Este chico se dejaba llevar.
Empecé a besarle de arriba abajo, lamiendo todo su cuerpo.
Su pene estaba para reventar, y yo deseaba probarlo, así que
me detuve en él y empecé a chupárselo como nunca se lo habían hecho antes.
Estaba extasiado, tumbado en la cama casi inmóvil de placer, pero yo no quería
que se corriese, todavía no. Quería sentir su cuerpo fundido con el mío
mientras me penetraba con aquel miembro impresionante.
Me senté encima y comencé a cabalgar como yegua desbocada.
Ambos empezamos a gemir. No podíamos parar de besarnos y de follar, era como
una adicción.
Llegó el primer orgasmo, y pude sentir como se corría dentro
de mi. Es una sensación que siempre me ha vuelto loca. Sentir dentro de mi vagina
el calor del semen, y después como chorrea por mi sexo hasta llegar al culo.
Después de un descanso, entre caricias y algo de
conversación, volvimos a calentarnos y empezamos de nuevo.
Le pedí que me comiera el coño, con esas palabras, porque yo
sé que resultan mucho más excitantes.
Era hora de empezar a tratarle como a un
hombre. La primera lección estaba servida. Empezó a chuparme, y poco a poco le
fui dirigiendo hacia mis puntos más sensibles, le fui marcando el ritmo, la
presión que debía ejercer con su lengua sobre mi clítoris…hummm, aprendió
enseguida, lo hacía muy bien. A mí siempre me ha gustado recrearme cuando tengo
una lengua chupándome ahí abajo. Le tuve 20 minutos, enseñándole y degustando
mis fluidos hasta que no pude más y me corrí en su boca.
Volvimos a quedarnos agotados e hicimos otro descanso. Ya
eran las 3 de la madrugada y seguíamos con ganas de más.
Le pedí que me follara, esta vez a cuatro patas, y él aceptó
encantado. Me puse en posición, y enseguida noté como me penetraba, mientras me
sujetaba por la cintura, dándome al principio suaves embestidas que se fueron
transformando en salvajes por momentos. Yo estaba gozando, pero creo que él aun
disfrutaba más, por sus sonidos y por su gemido final cuando se corrió de nuevo
dentro de mi, yo diría que él nunca había tenido un sexo tan placentero con
nadie antes de aquel día.
La madrugada iba pasando y los dos estábamos exhaustos. Nos
abrazamos y nos quedamos dormidos uno en brazos del otro.
A la mañana siguiente, nos despertamos tarde. Yo me levanté
primero y preparé café.
Llevé una taza para cada uno a la cama y le desperté con un
suave beso en los labios.
Abrió los ojos, me miró, y con una dulce sonrisa me dijo: -
Eres increíble, ha sido la mejor noche de mi vida. Le sonreí y le dije que se
tomara el café.
Su tren salía de vuelta para Madrid en 2 horas. Teníamos el
tiempo justo para desayunar, ducharnos y marchar para la estación.
Le invité a ducharse conmigo, y no lo pensó dos veces. Nos
metimos en la ducha. Nos enjabonamos el uno al otro, y empezamos a besarnos. Me
di la vuelta, me agarre al grifo e incliné mi culo porque deseaba sentir dentro
otra vez, tal vez por última vez su polla dentro de mi. No tuve que darle más
explicaciones. Rápidamente se dio cuenta de lo que yo le estaba demandando y
empezó a follarme y volvimos a corrernos de nuevo. Nos temblaban las piernas y terminamos sentados en el suelo de la ducha
mientras nos caía el chorro de agua caliente que resbalaba por nuestros
cuerpos, igual que su semen chorreaba por mi entrepierna y el agua se lo iba
llevando.
Era hora de vestirnos y marcharnos a la estación.
No estuvimos juntos ni 24 horas, pero mereció la pena.
En la estación nos despedimos prometiendo seguir en contacto
y repetir la experiencia, pero lo cierto es que poco a poco dejamos de
escribirnos y de hablar. De vez en cuando nos saludamos por teléfono. Él me
cuenta sus aventuras y yo las mías, pero cada vez con menos detalles.
Hace más de dos meses que ya no hablamos, pero recuerdo la
última conversación que tuvimos, y me dijo: Gracias, porque hasta que no estuve
contigo, no supe como había que tratar y amar a una mujer.
Este es el comentario que comencé, y se borró...
ResponderEliminarBueno, nunca es tarde.
Me gustó mucho la historia y cabe perfectamente en el plano de lo real. Eso es lo importante, que tu lector se lo crea, se meta en la escena y la disfrute con su imaginación.
Las relaciones donde hay diferencia de edad y uno sabe más que el otro, o descubre nuevos mundos o nuevas sensaciones siempre es un tema perfecto. Incluso aquellas relaciones que hemos tenido de más jóvenes con personas más experimentadas y que jamás olvidaremos.
Que no se pare tu imaginación. La mía se pone en marcha al leerte.....