miércoles, 23 de noviembre de 2016

PON UN CONSOLADOR EN TU VIDA

PON UN CONSOLADOR EN TU VIDA



Pon un consolador en tu vida

Histeria femenina, útero ardiente o sofocación de la matriz,

Siempre hay alguna excusa para que la mujer no sea feliz.

El hombre siente deseo y se masturba, y por todos es aceptado.

La mujer siente deseo y se consuela en un lugar apartado.

En la Inglaterra victoriana, acudían a consulta,

Las ”féminas histéricas”, ya fueran jóvenes o adultas

Y el médico su clítoris suavemente acariciaba,

Así la histeria femenina, era calmada y curada.

El deseo sexual femenino, era una enfermedad,

Y por eso el médico, a las mujeres debía curar.

Estaba mal visto que las damas entraran solas a consulta,

Por eso entraban acompañadas de madres, hermanas o maridos,

El doctor trabajaba la zona de la mujer adulta,

Y esta llegaba al orgasmo con agradables gemidos.

Cansado y dolorido de usar su mano el doctor,

Inventó un aparato al que llamó vibrador,

En los años 20, era común que las mujeres tuvieran uno,

Pues para promocionarlo, dijeron que prevenía el envejecimiento prematuro.

“ La vibración promueve la vida y el vigor,

Usted no enfermará jamás y se sentirá mucho mejor”

Pero lo que fue  tan aceptado en los años 20,

Se tiró por tierra en los años 50,

Pasó de ser un gran invento de repente

A ser un juguete sexual que de pronto no se acepta.

Desaparecen de revistas femeninas, catálogos y estantes,

Donde se habían vendido durante casi medio siglo antes.

Nos ha costado avanzar y admitir

Que la mujer tiene derecho a gozar y a sentir.

Por suerte hoy en día es fácil conseguir un consolador

Y las mujeres podemos apaciguar así nuestro furor.

Este aparato es ahora de gran aceptación

Y casi todas tenemos uno en nuestra habitación.

Ya seas casada, viuda o soltera

Puede ser tu amante durante una noche entera,

No te hará reproches, ni tendrá celos, ni dudas,

Y sirve para jóvenes, adultas y / o maduras.

Ten siempre a mano unas pilas en tu mesita,

Por si acaso tu pareja no te excita

Coge a tu amigo “el consolador”

Y ponlo en tu sexo con mucho amor,

Tu mano maneja el aparato,

Y te hará gozar durante un buen rato.

Este amiguito nunca te dejará a medias,

Porque con él, tu pones las reglas.

No hay peligro de que se corra,

Ni de embarazo, ni de enfermedad,

Quebraderos de cabeza que te ahorras,

Y disfrutas de él hasta la saciedad.

Así que por eso te digo amiga mía,

¡¡¡PON UN CONSOLADOR EN TU VIDA!!!




viernes, 18 de noviembre de 2016

ÉL MI CAPRICHO Y YO SU DESEO

ÉL MI CAPRICHO Y YO SU DESEO






Cuando era adolescente, en los años ochenta, por motivos de trabajo de mis padres, nos fuimos a vivir a un pueblecito del norte.

Allí viví plenamente mis inicios en la sexualidad. Todo se prestaba a ello. Mi edad, que propiciaba más las salidas, y también la diferencia de vivir en un pueblo a vivir en una ciudad es importante a la hora de salir a una edad temprana, pues en un pueblo parece que la gente sale desde más jovencita, ya que los peligros suelen ser menores que en una ciudad.

Sea como fuere, allí estaba yo, viviendo una vida nueva, una vida diferente.

Cambié mi uniforme de las monjitas por vaqueros ajustados. Mi bufanda de lana, por una palestina, mis zapatitos de niña con mis calcetines de punto, por deportivas y botines.
Mi pelo largo con horquillas de colores, por un corte punk. Mi cara pálida con pecas, por una buena capa de maquillaje, sombra de ojos, colorete y rojo carmín en mis labios.

Pronto hice amistades. La gente del allí era muy sociable y enseguida hicieron que toda mi familia y yo nos sintiéramos parte del pueblo.

Empecé a salir con chicos y con chicas en pandilla. Probé mis primeros cigarrillos, y cogí mi primera borrachera.

Todos nos adaptamos muy bien a aquel entorno. Mis padres compraron un piso en una urbanización nueva a las afueras del pueblo. Vivían pocos vecinos por allí todavía.

En nuestro portal quedaba por vender todavía el piso de enfrente de nosotros, pero en menos de un año lo compró un matrimonio algo más jóvenes que mis padres. Tenían una pareja de mellizos, niño y niña de 8 años.
Eran muy agradables. Mi madre y  Ana, la nueva vecina, pronto hicieron amistad, ya que tenían algunas aficiones comunes, y pronto también mi padre y el nuevo vecino, Alfredo, fueron cogiendo confianza, así que de vez en cuando, preparaban un aperitivo el fin de semana y se lo tomaban juntos en nuestra casa o en la de ellos.

Poco a poco fueron intimando cada vez más, y los aperitivos se convirtieron en una paella seguida de una larga sobremesa con  café, copa y puro.

Fueron pasando los meses y la amistad y la confianza entre las dos familias se fue haciendo cada vez mayor.
Nosotros no teníamos familia allí, y ellos tampoco, pues se habían trasladado también por motivos de trabajo a vivir allí.
Así que, empezamos a celebrar cumpleaños como una gran familia, todos juntos, y también la Navidad.

Ellos de vez en cuando salían con compañeros de sus trabajos y nos dejaban a los niños en casa.
En algunas ocasiones, si iban a volver muy tarde, me pedían que me pasara a cuidar de los mellizos a su casa, y yo pasaba allí la noche entera.

Una noche que me quedé de canguro, no era muy tarde, yo estaba leyendo un rato antes de dormirme porque no tenía sueño, y en aquella época la televisión no emitía gran cosa, y los niños ya se habían dormido. Esa noche oí la puerta muy pronto y salí enseguida a ver qué pasaba, pues era raro que volvieran tan temprano.

Me asomé a la entrada y no vi a nadie, pero de repente escuché la cisterna del váter, y a continuación se abrió la puerta.

Era Alfredo, - Buenas noches, me dijo. Se han dormido ya los mellizos?- Si, contesté yo.

- Cómo es que has vuelto tan pronto?, si no es indiscreción.

- Ana se ha quedado con unos compañeros de trabajo, dice que luego la traían a casa, y yo, la verdad es que me estaba aburriendo un poco, y no tenía muchas ganas de seguir la fiesta, así que he dicho que no me encontraba bien y me he vuelto a casa.

- Bueno, pues entonces yo ya  me marcho a la mía.

- No mujer, no te vayas tan pronto. Si me encuentro bien, es solo que me aburría la conversación y he preferido venirme, pero no tengo sueño, y Ana llegará tarde, ella estaba muy animada.

La verdad es que Alfredo tenía unos ojos azules que quitaban el hipo, pelo castaño claro, rizado, un cuerpo de deportista que me embelesaba, y una sonrisa…que sonrisa!!, con un hoyuelo que le salía en un lado de la cara… esa cara con una media barba que le quedaba de maravilla. Vamos, que se me mojaban las bragas cada vez que estaba cerca de él, pero nunca me había insinuado, aunque me gustaba y me atraía desde el primer momento en que le vi, pero yo sabía que aquello solo podía ser un capricho, un capricho imposible de conseguir, y que nunca llegaría a nada, pues a él se le notaba enamorado de su mujer, y yo solo era una cría.

 Por otra parte, yo nunca había notado nada por parte de él tampoco, pero aquella noche…aquella noche él venía con unas claras intenciones de seducirme, y lo cierto es que no le iba a costar trabajo, porque a mí se me caía la baba solo con mirarlo.

Era la primera vez que  estábamos los dos solos. Me sudaban las manos y él notó que yo estaba nerviosa.

- Venga, no te vallas, quédate un ratito conmigo, y si te aburres, pues te marchas.

- Está bien, me quedo un poquito más, y después me voy.

- Cuéntame, qué tal te vas adaptando al pueblo?, tienes algún amigo especial?

 Me puse colorada como un tomate, Cómo iba a imaginar que iba a preguntarme algo así?

- Pues no, contesté yo, la verdad es que tengo amigos, pero no hay ninguno que me guste en especial.

- Pero habrás estado ya con algún chico, no?

Un color me iba y otro me venía…A qué estaba jugando?, Qué pretendía? Desde luego que si lo que quería era ponerme más nerviosa, lo estaba consiguiendo, pero a la vez esas preguntas me ponían cada vez más “cachonda”, así que decidí seguirle un poco el juego, a ver hasta donde era capaz de llegar.

- SI, he estado con alguno, pero los chicos de mi edad no me atraen demasiado, no saben hacer nada. Solo algún beso, intentan tocarme las tetas…pero nada más.

- Nada más?, y qué te gustaría que te hicieran?

- Pues es que yo, lo que siento palpitar cuando estoy excitada, es mi vagina, y es ahí donde me gustaría que tocasen, pero no sé si no se atreven, o no saben….Qué crees tú que puede ser?, Tu cuando eras adolescente, qué les hacías a las chicas?

- JaJaJa, se rió, en mi época no podíamos hacer mucho, siempre llevábamos carabina, pero si te puedo decir lo que haría ahora si tuviera delante a una chica preciosa como tú.

Estaba claro, quería algo conmigo, y yo me estaba poniendo caliente como una perra en celo. Desde luego que si se lanzaba, no me iba a negar, así que decidí provocarle un poquito.

- Y dime, qué me harías?

Estábamos sentados en el sofá del salón, uno en cada extremo, y de pronto se incorporó un poco y se acercó para sentarse a mi lado.
Me puso la mano en la pierna, y empezó a subirla lentamente hasta llegar a mi sexo.

- Dime, es aquí donde sientes las palpitaciones?

- Sii, dije yo con la voz medio quebrada.

Yo estaba en pijama, así que era fácil meter la mano por la goma de mi pantalón.

Deslizó su mano por mi cintura bajando con sus dedos entre mis bragas hasta mi vagina, y empezó a acariciarme muy suavemente el clítoris.

- Dime, te gusta lo que te estoy haciendo?, Es esto lo que te gustaría que te hicieran los chicos?, Te referías a esto cielo?

A penas salió un balbuceo de mi boca, mientras asentía con la cabeza.

Entonces empezó a besarme por el cuello, mientras seguía acariciando mis partes más íntimas. Un escalofrío recorría todo mi cuerpo al sentir su respiración tan cerca. Mmmm, además, qué bien olía!

Noté como iba buscando mi boca, y me giré para que se encontrara con la mía.
 Empezamos a besarnos. Yo nunca había estado tan excitada. Tenía ganas de morderle los labios, y sin darme cuenta, mi mano estaba en sus pantalones, tocando su pene que estaba duro, muy duro.

Empecé a desabrocharle el pantalón para meter la mano por dentro. Yo quería tocar carne, quería sentir calor…
Se levantó un poco y me ayudó a bajarle los pantalones. En un momento nos quedamos los dos desnudos, en el salón de su casa, en su sofá.

Nos seguimos besando. Él recorrió todo mi cuerpo con su lengua húmeda, muy húmeda, pero no más que mi coño que ya estaba chorreando fluidos vaginales por mi entrepierna de lo excitada que estaba.

Me dejé caer en el sofá, y mis piernas se abrieron como se abre una almeja con el calor, y entre mis piernas abiertas su cabeza, que yo sujetaba con ambas manos, como reteniéndola para que no se apartase de allí hasta que no me llevara al orgasmo.

Su lengua lamía mis labios menores y mayores, y jugaba con mi clítoris, dándole un suave masaje.

Era todo un maestro. Me encantaba. Mis piernas cada vez se abrían más, y mi cuerpo no podía parar con un movimiento rítmico hacia arriba y hacia abajo. Era como un baile sensual de mis caderas que pedían más y más. Estaba flotando, nunca había sentido tanto placer en mi vida, y él lo sabía, igual que sabía cómo hacer disfrutar a una mujer. Subió sus manos hasta mis pezones que estaban duros, muy duros, y empezó a pellizcarlos, primero sutilmente y después cada vez apretaba un poquito más, y yo me moría de gusto, era una sensación tan…tan…tan...hummmm, no pude más y me corrí en su boca.
Por unos minutos quedé extasiada, y mientras tanto, él me acariciaba dulcemente, al mismo tiempo que sus ojos recorrían todo mi cuerpo con una mirada lasciva y de deseo, su deseo por seguir haciéndome disfrutar.

Aquel fue el primero de los muchos encuentros que mantuvimos durante un año.

Aprovechábamos siempre que su mujer no estaba, o si yo me quedaba sola en casa.

Siempre rozando el peligro por si nos pillaban. Eso lo hacía todavía más excitante y morboso.

Alfredo fue mi capricho, y el hombre que se llevó mi virginidad. Y yo fui su deseo, ya que aunque no lo parecía, su mujer no le excitaba. Realmente lo que deseaba, era el cuerpo de una adolescente, una joven complaciente y encaprichada de un hombre veintisiete años mayor, que le dio durante un año el placer y la satisfacción que no encontraba en el cuerpo de su mujer.





viernes, 11 de noviembre de 2016

LA PETITE MORT



LA PETITE MORT




LA PETITE MORT


Regreso a casa a las diez
hoy el trabajo fue duro
las cuentas no riman bien
la empresa está sin un duro
un ERE está al caer,
qué frágil es mi futuro!

Ella me espera sentada
(con poca ropa se viste)
parece algo excitada,
su timidez desinhibe
y un beso largo regala
a mi lengua, que se rinde.

En sus ojos lleva “sombra”,
por carmín, rojo ligero,
su pelo los hombros rozan,
los hombros al descubierto.
Picardías color rosa,
negro “noche” el liguero.

Me seduce en la alcoba
con strip-tease amateur,
cadenciosamente deshoja
el otoño de su piel,
con su mirada provoca
mi lujuria encender.

 Soy su único espectador
primera fila en el cielo
inmejorable su show
suma desnudez al momento,
se baja el sujetador
turgentes asoman sus pechos

Hago fiesta en un pezón
con la punta de mi lengua
lo rodeo con tesón
(todos mis problemas menguan)
y atisbo una erección
epicentro en mi bragueta.

Mis dedos cruzan la frontera
tupida de su matriz,
mis dedos rozan apenas
los rizos de su jardín
y en él hace primavera
palmo a palmo mi nariz.

Poco a poco siento anhelo
por descubrir su cobijo,
enredándome en su vello
que riza un rojo cobrizo,
en expedición mis dedos
buscando el tabú prohibido.

Su piel se eriza en segundos
mis dedos… de avanzadilla
uno de ellos lo sucumbo
al borde de su guarida,
lánguidamente lo hundo…
ella se estremece y suspira

Noto mi “corazón” adentro,
en su gruta tan ardiente
mi otro corazón siento
que palpita a ciento veinte
salgo de ella… en ella entro
¡Laura cree que se muere!

Sus pezones son dos rocas
que rocío con saliva
ambos, pasto de mi boca
se va “endureciendo” mi vida,
ella por entero, absorta
y yo… extasiado en su vagina

Abandono su humedal
retirando a mis soldados
mi boca quiere probar
su néctar, sabor salado
y aterrizo sin dudar
donde Dios puso el pecado.

Mi lengua roza su carne,
salinas son sus especias,
cuanto más pruebo, más hambre!
del ritmo de sus caderas,
Laura despacio abre
la custodia de sus piernas

Y le introduzco de nuevo
mi dedo (el corazón)
con él, dentro jugueteo
rugoso es su interior
pinto círculos pequeños
en sentido del reloj

Mis labios poso en sus labios
(los de abajo, me refiero)
mi pantalón estallando
y Laura en pleno vuelo,
sus caderas meneando
bailando a ritmo lento.

Mis manos apresan sus pechos
acaricio sus dos cimas
Laura se quema en mi fuego
su sexo perfuma vida,
ahora es un caramelo
que lamo de abajo a arriba

Logró su propósito mi lengua…
siento su placer latir,
sus piernas, sutilmente tiemblan
su miel va llegando a mí,
su voz esboza a tientas:
“Mi amor, me… voy… a morir!”…

Me agarra fuerte del pelo
y yo acelero el baile,
le regalo un par de dedos
(van de hacia atrás a adelante)
Laura grita jadeos
antes de que su alma estalle!

Y se muere gota a gota
del zumo de la pasión,
y nos envuelve el aroma
lubrica un intenso olor
y entre susurros me implora
que en ella penetre mi amor.


 

miércoles, 9 de noviembre de 2016

MADURA Y JOVENCITO


MADURA Y JOVENCITO




MADURA Y JOVENCITO

Todo empezó una tarde en un chat en el que publiqué algunos de mis relatos más picantes.

De repente empezaron a entrarme mensajes de chicos de todas partes, y lo que más me sorprendió, es que había muchísimos chicos muy jovencitos.

A mí siempre me han gustado los hombres más mayores que yo, por algún motivo, desde niña prefería estar con adultos a estar con chicos de mi edad, y no solo me pasaba a mí, había más chicas que se sentían como yo atraídas por hombres maduros,aun hoy a mis cuarenta y tantos, siguen gustándome los hombres más mayores que yo, pero yo ignoraba que esto también sucedía a la inversa hasta esa tarde.

Comencé a hablar con algunos, pero era imposible mantener la conversación con tantos.

De pronto entró en mi móvil una notificación por otra aplicación diferente a las normales.
Era un chico que había visto mis relatos, y decidió contactarme a través de otro medio, ya que por el chat no lograba hablar conmigo.

Marcos, de Madrid, estudiante de telecomunicaciones, y de tan solo 23 años, atraído por mis relatos, me saludó amablemente y sin darnos cuenta iniciamos una conversación de más de una hora.

Las conversaciones empezaron a hacerse cada vez más frecuentes, empezamos a intercambiar fotografías y los diálogos cada vez eran más calientes y excitantes.

Pasado un mes aproximadamente, seguíamos en contacto, y cada vez de forma más frecuente.
Nos separaban 400 kilómetros, pero empezamos a plantearnos la opción de vernos, pues nuestro deseo era cada vez más intenso.

Le invité a pasar un fin de semana en mi casa, y el aceptó.

Llegó en tren y fui a recogerle a la estación.  Confieso que mientras le esperaba estaba mucho más nerviosa que en cualquier otra cita anterior. Marcos era de la edad de mi hijo. Dios mío!!, Qué estaba haciendo?, por un momento estuve a punto de marcharme, pero luego pensé en él, y lo mal que se sentiría si le dejaba plantado a tantos kilómetros de su casa, y no pude más que quedarme, ya no había vuelta atrás.

No tiene por qué pasar nada entre vosotros, me repetía a mí misma para calmar mi conciencia, que por alguna razón me machacaba diciendo que aquello no estaba bien.

Es extraño, porque cuando yo, con 16 años mantenía relaciones con hombres que me doblaban la edad o incluso más, no tenía esa sensación de estar haciendo algo malo. Supongo que era la voz de la madurez, que a veces nos impide realizar este tipo de fantasías.

Allí estaba Marcos. Era un chico muy guapo, con un buen cuerpo de gimnasio. Seguro que podía tener a cualquier chica de su edad, pero estaba aquí conmigo. Me confesó que estaba muy nervioso también, que nunca había hecho nada parecido.

Salimos de la estación y nos montamos en mi coche. Era tarde, así que fuimos a cenar algo a un restaurante antes de ir a mi casa para romper un poco el hielo.

El trayecto en el coche fue inquietante, no me sentía incómoda, pero una sensación muy extraña invadía mi cuerpo.

Durante la cena, nos fuimos relajando, empezamos a hablar de nosotros, a reírnos y a disfrutar.
Terminamos de cenar, y por fin, el momento que más temíamos y deseábamos a la vez, la hora de ir a casa.

Entramos, llevamos sus cosas al dormitorio y le pregunté que si quería tomar algo invitándole a que me esperara en el sofá del salón, mientras me ponía un poco más cómoda.
Él asintió, y le llevé una botella de champagne que previamente había puesto a refrescar para la ocasión. Saqué un par de copas y le dije que abriera la botella y sirviera una copa para cada uno, que yo volvía enseguida.

Era junio y ya hacía calor, así que me puse un fino camisón transparente de gasa negra, con un tanga a juego.
En nuestras conversaciones, él ya me había manifestado su gusto por la lencería negra, en especial los tangas.

Me acerqué y me incliné para coger mi copa, dejando ver mis pechos por encima del escote.

Mi mirada fue derecha a sus genitales que se advertían completamente hinchados bajo su pantalón.

Me senté a su lado, brindamos, dimos un sorbo a nuestras copas, las dejamos sobre la mesa, y en un impulso desenfrenado, se lanzó encima de mí.

Empezamos a besarnos como locos. Le desabroché la camisa y empecé a acariciar ese torso bien moldeado, esos abdominales, hummmm, cada vez estaba más húmeda y le deseaba más.

Él bajó los tirantes de  mi camisón y empezó a besarme por el cuello, bajando hasta mis pezones que estaban duros y puntiagudos.

En unos minutos estábamos los dos completamente desnudos en el salón.

 Le cogí de la mano, y le llevé hasta el dormitorio. Le tumbé en la cama. Estaba claro que la que dominaba la situación era yo. Este chico se dejaba llevar. Empecé a besarle de arriba abajo, lamiendo todo su cuerpo.

Su pene estaba para reventar, y yo deseaba probarlo, así que me detuve en él y empecé a chupárselo como nunca se lo habían hecho antes. Estaba extasiado, tumbado en la cama casi inmóvil de placer, pero yo no quería que se corriese, todavía no. Quería sentir su cuerpo fundido con el mío mientras me penetraba con aquel miembro impresionante.

Me senté encima y comencé a cabalgar como yegua desbocada. Ambos empezamos a gemir. No podíamos parar de besarnos y de follar, era como una adicción.
Llegó el primer orgasmo, y pude sentir como se corría dentro de mi. Es una sensación que siempre me ha vuelto loca. Sentir dentro de mi vagina el calor del semen, y después como chorrea por mi sexo hasta llegar al culo.

Después de un descanso, entre caricias y algo de conversación, volvimos a calentarnos y empezamos de nuevo.

Le pedí que me comiera el coño, con esas palabras, porque yo sé que resultan mucho más excitantes.

Era hora de empezar a tratarle como a un hombre. La primera lección estaba servida. Empezó a chuparme, y poco a poco le fui dirigiendo hacia mis puntos más sensibles, le fui marcando el ritmo, la presión que debía ejercer con su lengua sobre mi clítoris…hummm, aprendió enseguida, lo hacía muy bien. A mí siempre me ha gustado recrearme cuando tengo una lengua chupándome ahí abajo. Le tuve 20 minutos, enseñándole y degustando mis fluidos hasta que no pude más y me corrí en su boca.

Volvimos a quedarnos agotados e hicimos otro descanso. Ya eran las 3 de la madrugada y seguíamos con ganas de más.

Le pedí que me follara, esta vez  a cuatro patas, y él aceptó encantado. Me puse en posición, y enseguida noté como me penetraba, mientras me sujetaba por la cintura, dándome al principio suaves embestidas que se fueron transformando en salvajes por momentos. Yo estaba gozando, pero creo que él aun disfrutaba más, por sus sonidos y por su gemido final cuando se corrió de nuevo dentro de mi, yo diría que él nunca había tenido un sexo tan placentero con nadie antes de aquel día.

La madrugada iba pasando y los dos estábamos exhaustos. Nos abrazamos y nos quedamos dormidos uno en brazos del otro.

A la mañana siguiente, nos despertamos tarde. Yo me levanté primero y preparé café.
Llevé una taza para cada uno a la cama y le desperté con un suave beso en los labios.
Abrió los ojos, me miró, y con una dulce sonrisa me dijo: - Eres increíble, ha sido la mejor noche de mi vida. Le sonreí y le dije que se tomara el café.

Su tren salía de vuelta para Madrid en 2 horas. Teníamos el tiempo justo para desayunar, ducharnos y marchar para la estación.

Le invité a ducharse conmigo, y no lo pensó dos veces. Nos metimos en la ducha. Nos enjabonamos el uno al otro, y empezamos a besarnos. Me di la vuelta, me agarre al grifo e incliné mi culo porque deseaba sentir dentro otra vez, tal vez por última vez su polla dentro de mi. No tuve que darle más explicaciones. Rápidamente se dio cuenta de lo que yo le estaba demandando y empezó a follarme y volvimos a corrernos de nuevo. Nos temblaban las piernas y  terminamos sentados en el suelo de la ducha mientras nos caía el chorro de agua caliente que resbalaba por nuestros cuerpos, igual que su semen chorreaba por mi entrepierna y el agua se lo iba llevando.

Era hora de vestirnos y marcharnos a la estación.

No estuvimos juntos ni 24 horas, pero mereció la pena.

En la estación nos despedimos prometiendo seguir en contacto y repetir la experiencia, pero lo cierto es que poco a poco dejamos de escribirnos y de hablar. De vez en cuando nos saludamos por teléfono. Él me cuenta sus aventuras y yo las mías, pero cada vez con menos detalles.

Hace más de dos meses que ya no hablamos, pero recuerdo la última conversación que tuvimos, y me dijo: Gracias, porque hasta que no estuve contigo, no supe como había que tratar y amar a una mujer.

domingo, 6 de noviembre de 2016

"S" DE MUJER



"S" DE MUJER





"S" DE MUJER


S de mujer sensual, seductora  y sublime.

S que dibuja cada curva de su cuerpo.

Su cintura, sus piernas,  sus senos.

S del sabor  de sus fluidos que relamo por cada rincón  de su sexo.

S suculento manjar que son sus labios mayores y menores y con los míos me deleito.

S que dibujan sus labios, su lengua y su saliva  al resbalar por mi miembro.

S del susurro de su nombre mientras beso sus mejillas, su nariz, su boca, su cuello.

S del sudor  que desprendemos cuando nos amamos, nos fundimos en un abrazo cálido y tierno.

S de su silueta, que  al verla en la oscuridad  de mi cama, me excita hasta el orgasmo y mi semen
 sobre ella mi pene derrama.

S de suspiros que derrocha cuando hacemos el amor entre sollozos y gemidos.


Esa  S  de saliva de su boca diabólica, que  me aturde, me embelesa, me envenena,  me desarma con sus luces, con sus sombras, con sus ácidas palabras.

S de los sueños que tuvo y que retuvo desde su más tierna infancia.

Semen, sudor y sexo, son palabras que me vienen a la mente cada vez que en ella pienso.

Esa S de mujer que en su nombre no aparece, pero cuando pienso en ella, la describe mejor que cualquier poema, canción o verso.

S, una sola letra que me inspira para describir al más bello ser que en la tierra sus pies ha puesto.