viernes, 18 de noviembre de 2016

ÉL MI CAPRICHO Y YO SU DESEO

ÉL MI CAPRICHO Y YO SU DESEO






Cuando era adolescente, en los años ochenta, por motivos de trabajo de mis padres, nos fuimos a vivir a un pueblecito del norte.

Allí viví plenamente mis inicios en la sexualidad. Todo se prestaba a ello. Mi edad, que propiciaba más las salidas, y también la diferencia de vivir en un pueblo a vivir en una ciudad es importante a la hora de salir a una edad temprana, pues en un pueblo parece que la gente sale desde más jovencita, ya que los peligros suelen ser menores que en una ciudad.

Sea como fuere, allí estaba yo, viviendo una vida nueva, una vida diferente.

Cambié mi uniforme de las monjitas por vaqueros ajustados. Mi bufanda de lana, por una palestina, mis zapatitos de niña con mis calcetines de punto, por deportivas y botines.
Mi pelo largo con horquillas de colores, por un corte punk. Mi cara pálida con pecas, por una buena capa de maquillaje, sombra de ojos, colorete y rojo carmín en mis labios.

Pronto hice amistades. La gente del allí era muy sociable y enseguida hicieron que toda mi familia y yo nos sintiéramos parte del pueblo.

Empecé a salir con chicos y con chicas en pandilla. Probé mis primeros cigarrillos, y cogí mi primera borrachera.

Todos nos adaptamos muy bien a aquel entorno. Mis padres compraron un piso en una urbanización nueva a las afueras del pueblo. Vivían pocos vecinos por allí todavía.

En nuestro portal quedaba por vender todavía el piso de enfrente de nosotros, pero en menos de un año lo compró un matrimonio algo más jóvenes que mis padres. Tenían una pareja de mellizos, niño y niña de 8 años.
Eran muy agradables. Mi madre y  Ana, la nueva vecina, pronto hicieron amistad, ya que tenían algunas aficiones comunes, y pronto también mi padre y el nuevo vecino, Alfredo, fueron cogiendo confianza, así que de vez en cuando, preparaban un aperitivo el fin de semana y se lo tomaban juntos en nuestra casa o en la de ellos.

Poco a poco fueron intimando cada vez más, y los aperitivos se convirtieron en una paella seguida de una larga sobremesa con  café, copa y puro.

Fueron pasando los meses y la amistad y la confianza entre las dos familias se fue haciendo cada vez mayor.
Nosotros no teníamos familia allí, y ellos tampoco, pues se habían trasladado también por motivos de trabajo a vivir allí.
Así que, empezamos a celebrar cumpleaños como una gran familia, todos juntos, y también la Navidad.

Ellos de vez en cuando salían con compañeros de sus trabajos y nos dejaban a los niños en casa.
En algunas ocasiones, si iban a volver muy tarde, me pedían que me pasara a cuidar de los mellizos a su casa, y yo pasaba allí la noche entera.

Una noche que me quedé de canguro, no era muy tarde, yo estaba leyendo un rato antes de dormirme porque no tenía sueño, y en aquella época la televisión no emitía gran cosa, y los niños ya se habían dormido. Esa noche oí la puerta muy pronto y salí enseguida a ver qué pasaba, pues era raro que volvieran tan temprano.

Me asomé a la entrada y no vi a nadie, pero de repente escuché la cisterna del váter, y a continuación se abrió la puerta.

Era Alfredo, - Buenas noches, me dijo. Se han dormido ya los mellizos?- Si, contesté yo.

- Cómo es que has vuelto tan pronto?, si no es indiscreción.

- Ana se ha quedado con unos compañeros de trabajo, dice que luego la traían a casa, y yo, la verdad es que me estaba aburriendo un poco, y no tenía muchas ganas de seguir la fiesta, así que he dicho que no me encontraba bien y me he vuelto a casa.

- Bueno, pues entonces yo ya  me marcho a la mía.

- No mujer, no te vayas tan pronto. Si me encuentro bien, es solo que me aburría la conversación y he preferido venirme, pero no tengo sueño, y Ana llegará tarde, ella estaba muy animada.

La verdad es que Alfredo tenía unos ojos azules que quitaban el hipo, pelo castaño claro, rizado, un cuerpo de deportista que me embelesaba, y una sonrisa…que sonrisa!!, con un hoyuelo que le salía en un lado de la cara… esa cara con una media barba que le quedaba de maravilla. Vamos, que se me mojaban las bragas cada vez que estaba cerca de él, pero nunca me había insinuado, aunque me gustaba y me atraía desde el primer momento en que le vi, pero yo sabía que aquello solo podía ser un capricho, un capricho imposible de conseguir, y que nunca llegaría a nada, pues a él se le notaba enamorado de su mujer, y yo solo era una cría.

 Por otra parte, yo nunca había notado nada por parte de él tampoco, pero aquella noche…aquella noche él venía con unas claras intenciones de seducirme, y lo cierto es que no le iba a costar trabajo, porque a mí se me caía la baba solo con mirarlo.

Era la primera vez que  estábamos los dos solos. Me sudaban las manos y él notó que yo estaba nerviosa.

- Venga, no te vallas, quédate un ratito conmigo, y si te aburres, pues te marchas.

- Está bien, me quedo un poquito más, y después me voy.

- Cuéntame, qué tal te vas adaptando al pueblo?, tienes algún amigo especial?

 Me puse colorada como un tomate, Cómo iba a imaginar que iba a preguntarme algo así?

- Pues no, contesté yo, la verdad es que tengo amigos, pero no hay ninguno que me guste en especial.

- Pero habrás estado ya con algún chico, no?

Un color me iba y otro me venía…A qué estaba jugando?, Qué pretendía? Desde luego que si lo que quería era ponerme más nerviosa, lo estaba consiguiendo, pero a la vez esas preguntas me ponían cada vez más “cachonda”, así que decidí seguirle un poco el juego, a ver hasta donde era capaz de llegar.

- SI, he estado con alguno, pero los chicos de mi edad no me atraen demasiado, no saben hacer nada. Solo algún beso, intentan tocarme las tetas…pero nada más.

- Nada más?, y qué te gustaría que te hicieran?

- Pues es que yo, lo que siento palpitar cuando estoy excitada, es mi vagina, y es ahí donde me gustaría que tocasen, pero no sé si no se atreven, o no saben….Qué crees tú que puede ser?, Tu cuando eras adolescente, qué les hacías a las chicas?

- JaJaJa, se rió, en mi época no podíamos hacer mucho, siempre llevábamos carabina, pero si te puedo decir lo que haría ahora si tuviera delante a una chica preciosa como tú.

Estaba claro, quería algo conmigo, y yo me estaba poniendo caliente como una perra en celo. Desde luego que si se lanzaba, no me iba a negar, así que decidí provocarle un poquito.

- Y dime, qué me harías?

Estábamos sentados en el sofá del salón, uno en cada extremo, y de pronto se incorporó un poco y se acercó para sentarse a mi lado.
Me puso la mano en la pierna, y empezó a subirla lentamente hasta llegar a mi sexo.

- Dime, es aquí donde sientes las palpitaciones?

- Sii, dije yo con la voz medio quebrada.

Yo estaba en pijama, así que era fácil meter la mano por la goma de mi pantalón.

Deslizó su mano por mi cintura bajando con sus dedos entre mis bragas hasta mi vagina, y empezó a acariciarme muy suavemente el clítoris.

- Dime, te gusta lo que te estoy haciendo?, Es esto lo que te gustaría que te hicieran los chicos?, Te referías a esto cielo?

A penas salió un balbuceo de mi boca, mientras asentía con la cabeza.

Entonces empezó a besarme por el cuello, mientras seguía acariciando mis partes más íntimas. Un escalofrío recorría todo mi cuerpo al sentir su respiración tan cerca. Mmmm, además, qué bien olía!

Noté como iba buscando mi boca, y me giré para que se encontrara con la mía.
 Empezamos a besarnos. Yo nunca había estado tan excitada. Tenía ganas de morderle los labios, y sin darme cuenta, mi mano estaba en sus pantalones, tocando su pene que estaba duro, muy duro.

Empecé a desabrocharle el pantalón para meter la mano por dentro. Yo quería tocar carne, quería sentir calor…
Se levantó un poco y me ayudó a bajarle los pantalones. En un momento nos quedamos los dos desnudos, en el salón de su casa, en su sofá.

Nos seguimos besando. Él recorrió todo mi cuerpo con su lengua húmeda, muy húmeda, pero no más que mi coño que ya estaba chorreando fluidos vaginales por mi entrepierna de lo excitada que estaba.

Me dejé caer en el sofá, y mis piernas se abrieron como se abre una almeja con el calor, y entre mis piernas abiertas su cabeza, que yo sujetaba con ambas manos, como reteniéndola para que no se apartase de allí hasta que no me llevara al orgasmo.

Su lengua lamía mis labios menores y mayores, y jugaba con mi clítoris, dándole un suave masaje.

Era todo un maestro. Me encantaba. Mis piernas cada vez se abrían más, y mi cuerpo no podía parar con un movimiento rítmico hacia arriba y hacia abajo. Era como un baile sensual de mis caderas que pedían más y más. Estaba flotando, nunca había sentido tanto placer en mi vida, y él lo sabía, igual que sabía cómo hacer disfrutar a una mujer. Subió sus manos hasta mis pezones que estaban duros, muy duros, y empezó a pellizcarlos, primero sutilmente y después cada vez apretaba un poquito más, y yo me moría de gusto, era una sensación tan…tan…tan...hummmm, no pude más y me corrí en su boca.
Por unos minutos quedé extasiada, y mientras tanto, él me acariciaba dulcemente, al mismo tiempo que sus ojos recorrían todo mi cuerpo con una mirada lasciva y de deseo, su deseo por seguir haciéndome disfrutar.

Aquel fue el primero de los muchos encuentros que mantuvimos durante un año.

Aprovechábamos siempre que su mujer no estaba, o si yo me quedaba sola en casa.

Siempre rozando el peligro por si nos pillaban. Eso lo hacía todavía más excitante y morboso.

Alfredo fue mi capricho, y el hombre que se llevó mi virginidad. Y yo fui su deseo, ya que aunque no lo parecía, su mujer no le excitaba. Realmente lo que deseaba, era el cuerpo de una adolescente, una joven complaciente y encaprichada de un hombre veintisiete años mayor, que le dio durante un año el placer y la satisfacción que no encontraba en el cuerpo de su mujer.





1 comentario:

  1. mmmm.... otro de mis relatos favoritos.
    Me encanta esa descripción de una chica, o mujer, corriéndose en la boca de un hombre con su lengua. Es muy excitante, provoca deseo e invita al hombre a continuar.
    Parte del placer que siente un hombre es ese: el saber que satisface a una mujer, que después llegara lo suyo, que no hay prisa. Y sentir un orgasmo femenino con esas suaves a veces o fuertes otras, contracciones que podemos sentir en la lengua y que hacen que queremos continuar provocando orgasmos, una y otra vez.

    Me encanta esa imaginación a la hora de escribir. Es muy descriptiva, muy real...

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